conferencia, ciudad de Puebla, 20 de noviembre de 1999

 

La Revolución: el romanticismo inacabado

Fernando Leyva Martínez

Introducción

La Revolución Mexicana es abordada por algunos estudiosos como uno de los grandes mitos del siglo XX, en el entendido que fue un movimiento que contaba con grandes ideales que no se realizaron. A la par de los enfrentamientos militares, en ella se postularon el respeto a los derechos, el reparto agrario, la jornada de ocho horas de trabajo, el sufragio efectivo y quizá el menos escuchado pero el más impactante, “tierra y libertad”. Tiempo después cuando las acciones bélicas se diluyeron, los gobiernos emanados de la Revolución quisieron ponerlos en práctica de varias maneras con el objeto de resolver diversas cuestiones.

A fines de los años setenta empezó a perfilarse una revisión histórica de la revolución mexicana y sus consecuencias, con está perspectiva se replanteó el estudio de este tema.

Este país fue cimentado entre otras cosas con la promesa de justicia social y el desarrollo Industrial protegido por el Estado. Sin embargo, a últimas fechas los estudios y la realidad se han encargado de establecer que los ideales surgidos al fragor de las batallas sólo quedaron en eso. La Revolución a esta distancia, pues nos separan varias décadas, aparece como una gesta que quedó truca, inacabada e incompleta. Los románticos (ejércitos que clamaban un cambio radical) fueron vencidos y con ello sucumbieron sus planes.

Se habla de dos muertes de la Revolución. La primera, aconteció por las pocas mejoras sociales obtenidas por la sociedad en su conjunto, está lugar en los años cuarentas. Una de las características de está primera muerte se debe a las limitaciones de los políticos para sacar avante un modelo económico que se pensaba idóneo para nuestro país, de tal manera zozobró.

La Revolución Mexicana ha sido abordada mediante infinidad de escritos, algunos de ellos refutan sus metas, otros hacen la apología del bando ganador, unos más la analizan en perspectiva. Por ejemplo, sus alcances a largo plazo. De estos últimos haremos especial mención.

Antes de abordar la temática es oportuno aclarar que no se pueden partir lanzas sobre la vigencia o muerte de los logros de la Revolución, en el entendido que nos separan ochenta años de su terminación. A los muertos, como dijo un renombrado historiador no se les regaña.

Para la presente exposición se retomara la visión que se tiene sobre una de las etapa más significativas de los gobiernos que legitimaron su actuación con base en dicho episodio, tal caso es la gestión presidencial de Miguel Alemán Valdés.

 

 

Los gobiernos posrevolucionarios

Durante buena parte del presente siglo, los grupos políticos que han emanado de las pugnas y que tomaron el poder, han establecido un puente de unión entre su proceder político-administrativo y el pasado, para ser más precisos con la Revolución. Su ejercicio ha sido de este modo justificado ante los hombres y, por que no decirlo ante la historia.

Venustiano Carranza, fue el iniciador de los discursos en donde se hablaba de los nexos de su Estado, léase gobierno con la gesta revolucionaria. De tal manera justificaba su posición. Los otros caudillos, como fueron los casos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles sustentaron la base de su poder en el hecho de asumirse como herederos indiscutibles de la Revolución.

Ya que está en su periodo armado involucró una serie de factores que hay que ponderar. Por ejemplo, la victoria de la propuesta de los hombres del norte sobre la prédica de los vencidos eternos: los campesinos del Sur, principalmente en Morelos. Esto fue crucial para el desarrollo que tendrían la política, la economía y el posible proyecto de Nación emanado de ella. Las repercusiones fueron graves. El campo mexicano siguió en las mismas condiciones. El reparto agrario llegaría tarde, hasta Lázaro Cárdenas. Empero la política de los años veintes fue clara. La reconciliación del país requería de algunos individuos que durante el Porfiriato hicieron grandes fortunas. Primero se tendría que asegurar a corto y mediano plazo la fuerza empresarial para posteriormente desarrollar a México. En este caso triunfó el proyecto del norte, los campesinos de otras latitudes mantuvieron las esperanza de la dotación de tierras y al no ocurrir por supuesto se unieron a la guerra Cristera. Como fue el caso de algunos contingentes zapatistas.

No estoy mencionando que algunas de las grandes ideas que motivaron el enfrentamiento entre facciones se hayan perdido, gracias a la pluralidad del Constituyente se incluyeron en la Carta Magna del 17. No hay que perder de vista, que el modelo de Revolución que finalmente triunfó fue la diseñada por los hombres de Sonora. Obregón, Calles y de la Huerta. Estos dirigirían los destinos del país hasta la llegada de Cárdenas.

Ahora bien, la cuestión de la vigencia de la Revolución nos lleva forzosamente a la idea de los éxitos materiales tangibles en nuestro presente, sería difícil acertar cuales son, sobre todo en estos tiempos calamitosos, en donde las promesas del reparto agrario, igualdad política y social se diluyen con la corrupción y el salvamento de la banca. No existe en la realidad tangible, cotidiana un estado de derecho. Será un legado de la revolución o de la degradación.

En este aspecto nos detendremos y profundizaremos en los “logros” económicos. Estos fueron debidos en gran medida a la propaganda que hubo en la época de los gobiernos militares (preludio del presidente Alemán) ya que fue una etapa de relativa calma dentro de la era posrevolucionaria. La complicada situación política, agravó por lógica la estructura económica, los planes que se presentaron fueron básicamente la reactivación del modelo porfirista, la economía repuntó gracias a las exigencias internas.

Claramente se puede distinguir la herencia del movimiento armado y también sus dolencias, de éstas últimas, al parecer es donde se legó en demasía. Por ejemplo, Lorenzo Meyer, en La segunda muerte de la Revolución mexicana analiza las condiciones de esta etapa y su proyección a futuro, es decir nuestro presente. En su libro menciona que las demandas esbozadas en 1910 en buena medida siguen vigentes, en parte por su cumplimiento a medias. En dicha obra también se menciona que de alguna manera el proyecto de país generado durante el periodo de Alemán, se vino abajo. El llamado “modelo estabilizador”, no funcionó por varios factores, uno de ellos, quizá el más importante, fue la nula planeación de la economía a largo plazo. Su plan consistió en satisfacer sus demandas con horizontes limitados, es decir como taltoani.

La era de Miguel Alemán, señala el cambio de los gobiernos militares por los civiles. La transición al parecer sería compleja, pero la prensa exhibía a está como una empresa de grandes alcances. México tenía garantizado su futuro. Los civiles una vez en el poder, pusieron en marcha el proyecto de país que tenían en mente, para ello construyeron por doquier. El plan era dotar al país de suficientes obras para llegar a la modernidad. Parecía estar la bonanza al alcance de la mano. La instrumentación corrió a cargo de hacer todo lo que el presidente mandará. México, pudo gracias a los largos años de la administración militar, entrar a una etapa de desarrollo, ahora está sería señalada por los gobiernos civiles. Al sexto año de gobierno, las secuelas eran notorias, habría que replantear el programa. Sin embargo eso le tocaría al sucesor.

El fenómeno alemanista es por demás interesante. El mexicano se sumó al sueño de grandeza que ofreció durante su campaña por la presidencia. Los logros estaban al alcance de la mano. Por ejemplo la construcción de carreteras, hospitales, el desarrollo de la pugante industria, la minería, la consolidación de la extracción del petróleo y demás infraestructura sería en pocos años la puerta de entrada a la prosperidad. En pocas palabras, el Estado se lanzó a fondo en la creación de las obras necesarias para el engrandecimiento del país. El cuerno de la a abundancia, que representa la figura de la república, era todo un vaticinio.

¿Cómo llegó México a este nivel? La respuesta es que durante la década de los cuarentas, la industria mexicana había experimentado un rápido crecimiento. El cierre de los mercados europeos y la concentración de la industria norteamericana en la producción bélica, le permitieron verse libres de la competencia en el mercado interno, a la vez que se le abrió la posibilidad de exportar manufacturas a Centroamérica y a los mismo Estados Unidos. Sin embargo, desde 1944 comenzaron a sentirse los efectos del reinicio de la competencia por parte de la industria del vecino del norte. Las altas tasas de inflación en México, superiores a las registradas en los Estados Unidos, de entrada pusieron en desventaja a los productos mexicanos que se vendían en el exterior.

El Plan económico de Avila Camacho se vino abajo. Por ello cuando Miguel Alemán tomó posesión como presidente señaló que era necesario conciliar la puesta en práctica de su proyecto de crecimiento que implicaba fuertes inversiones gubernamentales y créditos accesibles con el lógico control de la inflación. De entrada según declaraciones públicas hechas por Ramón Beteta: el gobierno decidió seguir una política que no fuese ni inflacionista ni deflacionista, que conservara la estabilidad de nuestra moneda y que acelerara la actividad económica del país.[1]

Fiel a sus compromisos de campaña, el gobierno de Alemán fue tomando una serie de medidas de apoyo a la industria. Entre ellas sobresalen el alza de aranceles y, especialmente, el mecanismo de licencias o la prohibición de varias importaciones, a fin de proteger el mercado interno, a los industriales, empresarios y a la oligarquía.

Los esfuerzos gubernamentales se orientaron paralelamente a la modernización del sector agrícola con el proósito de que éste pudiera cumplir con el papel que se le había designado. En consecuencia se destinó un mayor presupuesto a proyectos de irrigación.

En otras palabras, el gobierno de Alemán se esforzó por otorgar los apoyos económicos solicitados por el sector privado, y en ocasiones fue aún más lejos. Como resultado éste obtuvo altas ganancias. El objetivo de esto y la implementación de leyes como la de Atribuciones Económicas, fue frenar el efecto de la Guerra de Corea[2]. Las recesiones cíclicas comenzaban.

La crisis amenazaba el “desarrollo estabilizador”. El efecto Corea —otros han sido tequila, Vodka, Sake— sobre la economía y la avanzada norteamericana en mercados nacionales y extranjeros tenía amenazada a la economía mexicana. Se optó por cerrar las fronteras a muchos productos y poner una barrera a la economía mundial. México se encerró en sí mismo.

Estos planes se vinieron abajo en el mismo momento en que se terminó con el sexenio. El presidente entrante Adolfo Ruiz Cortines, tuvo dadas las circunstancias, que hacer frente a la emergencia nacional, el proyecto económico alemanista no había dado lo que se esperaba, el país acrecentó su deuda con el exterior. Las crisis por los malos manejos públicos serían recurrentes. De tal manera que el ruizcortinismo se enfrentó a está, montó una administración en la que se hizo poco, a comparación de la anterior. El país, a pesar de está dura prueba, se mantuvo en el rumbo que fijaron los herederos de la Revolución. Comenzaba el milagro mexicano, el país se hacía y deshacía periodicamente.

En la forma, México era el mismo, sólo que la visión gubernativa de Alemán no correspondió con las expectativas de la población. Su plan de llegar a la modernidad chocó con viejas estructuras sociopolíticas que desvinculaban la teoría de la realidad. Los distintos Méxicos no estarían presentes.

 

Los logros

La pregunta que se plantearon durante el ruizcortinismo, teniendo como base la experiencia anterior, ¿Hubo realmente una Revolución? De ello no hay la menor duda. Los hombres que participaron en ella no vislumbraron los acontecimientos políticos de su obra. Las respuestas a esta cuestión nos ponen en el terreno de los supuestos. Con esa lógica si la Revolución la hizo el pueblo, de esto no existe la menor duda; empero, los triunfadores una vez convertidos en gobierno se olvidaron de sus promesas vertidas en  campaña.

Con Venustiano Carranza el orden constitucional, roto por los años de guerra, quedó reinstalado. Personajes que se habían enriquecido en el porfirismo pudieron regresar al país. ¿Hubo cambios? Las clases en el poder político y económico de antaño se acomodaron nuevamente en la nueva era. Las reglas del juego político cambiaron, no se establecería por mucho tiempo el caudillismo. Incluso el caudillo guardaría las formas.

Sin embargo, la clase económica del Antiguo Régimen se combinó con la clase política que surgió de la Revolución. Los oligarcas del porfirismo pactaron con la clase revolucionaria. El dinero siguió circulando, al parecer según los estudios de la época el nivel de vida del mexicano bajó, pero después en los cuarentas se vio claramente una mejoría sustancial debido al auge económico que pudo poner en marcha Miguel Alemán, el famoso cachorro de la Revolución. Se tenía la estructura para progresar.

Los políticos de la posrevolución mantuvieron sus vínculos con el pasado y su justificación para mantenerse en la cúspide. Los poderosos constantemente aducían a que su autoridad estaba emanada de la Revolución. Los lideres del Partido oficial también se referían a está como un ejemplo de sacrificio en aras de la patria. En la otra cara de la moneda, no hubo logros para la mayoría de la población; en cambio, los hubo para la familia revolucionaria. El movimiento armado para ellos trajo prosperidad, lujo confort. Por lo menos a alguien le sirvieron los ideales del Plan de Guadalupe, Ayala y Agua Prieta.

De estos tres planes el común denominador fue la toma de la conciencia popular, la búsqueda de apoyo para emprender una serie de medidas tendientes a conseguir una meta, a excepción del de Ayala, los otros dos manifiestan abiertamente el afán por la toma de poder. Después de la renuncia de Díaz, está sería la preocupación de los políticos en pugna: el poder.

Una de las herencias de la confrontación bélica fue sin lugar a dudas que el Estado mexicano se fortaleció. De este hecho emergió sólido, la institución fue omnipresente. Por ejemplo, Carranza fue el iniciador de esa obra, Calles su operador, quien gozó de sus privilegios y largos años en el poder tras el trono.

Los planes fueron la justificación para acceder al poder. Una vez en él la “causa” se olvidaría para convertirse en gobierno y desde tal posición permanecer en él por medio de la fuerza, la mentira y la corrupción, es decir entierro, encierro o destierro” El pueblo fue manipulado. La lección de manejarlo fue asimilada, en la medida de lo posible, no se convocaría su participación para dirimir conflictos de relevo en el poder.

1929, señala el final de la guerra cristera. El Estado mantuvo el control de la vida política, social y económica. A la par de lo anterior, es más importante aún para los efectos de largo plazo, la fundación en ese mismo año del partido político oficial: el Partido Nacional Revolucionario (PNR). Abuelo del actual PRI.

Al igual que antes de 1940 el Estado no se limitó a invertir en la infraestructura, sino que además siguió extendiendo su control directo en importantes sectores de la economía como, por ejemplo en la producción de acero, la fabricación de maquinaria y aparatos, la industria y comestibles. De modo que entre 1940 y 1967 la participación del Estado en la formación total de capital nunca estuvo por debajo del 30%. El resultado de este desarrollo fue la formación de una economía mixta que hasta principios de los años noventa siguió siendo característica de México.

La participación del Estado en el auge económico del periodo de posguerra; sin embargo, no se limitó a su intervención directa en los mencionados sectores de la economía. Más bien creó un marco político y social particularmente favorable para este crecimiento, reduciendo al mínimo los efectos de la crisis que suelen resultar de un acelerado crecimiento económico.

Por debajo de la superficie del “milagro mexicano” sin embargo, se hacían notar en creciente medida focos de crisis desde los años sesentas, que en primer lugar, serían señalados con base en el ejemplo del desarrollo agrario posrevolucionario.

 

La Revolución en nuestros días

En los últimos años la historiografía mexicana ha abordado varios temas. Uno de ellos es el análisis de los momentos más importantes del siglo que fenece: la Revolución Mexicana, el movimiento estudiantil, las revueltas campesinas. Para ello se ha impuesto la moda maniquea de analizar lo bueno y lo malo, lo claro y lo oscuro de tal manera se habla de los triunfos y fracasos de la Revolución. Es una tema polémico. Que pude explicarse tentativamente por medio de la argumentación de los momentos más importante de la política de los presidentes que se legitimaron gracias a su discurso en donde la Revolución mexicana era algo vivo, tangible, cercano, una mina de justificaciones.

La sociedad mexicana de los ochentas y noventas vive la sensación generalizada de un cambio de época, la sospecha de una gran transición política e histórica. La pregunta obligada es acerca de la herencia de la Revolución. No lego bienestar para todos, solidaridad, renovación moral, democracia, participación ciudadana. Entonces ¿qué fue la Revolución? Madero fue asesinado y con él también la democracia, de lo anterior no hay duda. ¿Entonces que pasó con los ideales?

En perspectiva histórica la era Alemán, en donde la transición fue el cambio del mando político. Supuso en el mejor de los casos una mejora. El modelo económico heredado se podía mantener. Los generales se regresaron a sus cuarteles. Los civiles ocuparon la presidencia y los puestos públicos más relevantes. El plan económico tomó otro rumbo que el asignado por el último militar en la presidencia.

La gestión de Miguel Alemán es crucial para entender el proceso histórico en donde el programa político civil se impuso. ¿Cuáles fueron los logros? A corto plazo pareciera que la propaganda oficial apoyó decididamente la actuación política de Alemán salvo que los problemas financieros se le endosaron en esa época las consecuencias de la guerra de Corea, lo cierto es que la bonanza económica de los primeros años del presidente Avila Camacho se truncaron en poco tiempo, en vista del restablecimiento del comercio mundial. México, no supo resolver los acertijos que le deparaba el nuevo orden internacional, —cualquier similitud con nuestra época es pura coincidencia— es más se sentía aparte de los acontecimientos. Su microcosmos se reducía a los dictados de los tlatoanis en turno.

Parece que la constante de México, fue cerrarse a los empeños de un mundo afanado en acercar fronteras y tirar barreras. Los políticos hicieron lo contrario. Alemán, quizá uno de los más progresistas, sin incluir claro a Cárdenas, fue el que apartó a México de los intercambios económicos debido a que la clase económica no estaba preparada para la competencia. Lo estará acaso hoy en día.

Finalmente el siglo XX mexicano contando que tiene un inicio explosivo en donde hubo momentos de estabilidad la cúspide del porfirismo con las fiestas del Centenario, aparecen en contra posición personajes que la historia los concibe como románticos: Zapata y Villa. Estos pusieron con sus propuestas  un buen susto a los intereses de la oligarquía; empero, sus esfuerzos por mejores condiciones de vida siguen tan vigentes desde el tiempo en que Humboldt vino a Nueva España.


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[1] Ramón Beteta, Tres años de política hacendaria, perspectiva y acción. México, secretaría de hacienda y Crédito Público, 1951, p. 56.

[2] Cfr. Blanca Torres, Historia de la Revolución Mexicana, México, colmex, 1984.

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